Opinión: PresiDante

Por el politólogo, Lic. Diego Ramos

14.12.25   (Nuevo Diario) (Publica Theology-USA) (PrensaSantiago Ha crecido con fuerza la espectacularidad en los líderes políticos. Los diferentes shows se van instalando como algo “útil” para cautivar la mayor porción de la sociedad, pero no son los únicos, también en el campo religioso hay “comediantes del evangelio”.

Dante Gebel es por hoy en América Latina un personaje mediático de alto alcance, de fuerte impacto en sus millares de seguidores que se encaminan hacia búsquedas, horizontes, brújulas, orientaciones para sus vidas emocionales, afectivas y de proyectos personales “un viaje al corazón y el alma”, tal como el mismo Gebel lo expresa en su gira PresiDante, la cual no se cuestiona, ni  se pone en tela de juicio. Entonces, ¿dónde comienza la preocupación? El predicador PresiDante ha expresado no descartar una candidatura presidencial, cuyo jefe de campaña podría ser Dios. Estas declaraciones nos coloca, sin duda, en un nuevo escenario riesgoso en tanto se está frente a un personaje de “dos caras de la misma moneda”: comediante del evangelio y showman político.

¿Qué sector lo promociona? Se habla de que la oposición intenta traccionarlo, algunos informan que lo quieren dentro de las líneas del oficialismo, otros confirman que es promovido por un sector del sindicalismo. Sea cual fuese el origen, las preguntas de fondo se hacen sentir: ¿por qué un predicador evangélico?, ¿no será acaso la comodidad de que, en vez de hacer lo que hay que hacer por parte de la dirigencia política, resulta más rentable y confortable recostarse sobre un predicador buscando legitimidad? No hago los cambios estructurales necesarios, no recreo los espacios o los democratizo, pero necesito una figura pura que me cubra; ésta sería la concepción general. La despolitización, en este caso, no es de un solo sector, sino de todos aquellos sectores políticos incapaces de proponer un nuevo sentido de la política y recrear, en nuevas generaciones, la importancia del ser sujetos políticos y democráticos.

En 2023 Netflix lanzaba la segunda temporada de la serie argentina “El Reino”. En la ficción se mostraba que la crisis de representatividad había llegado a su fase final, momento ideal para que el pastor Emilio Vázquez Pena (Diego Peretti-actor) librase la guerra santa por medio de un nuevo e inédito contrato de tan solo una única cláusula entre Dios y las personas: tener fe. Esa única condición cumplida otorgaría al pueblo argentino seguridad y progreso. La serie pone a rodar la lógica de la teología de la prosperidad, que entiende que el éxito financiero, laboral o social se ve como evidencia del favor de Dios. A la inversa, la falta de éxito puede interpretarse como poca fe o desobediencia. No es casualidad que, en la ficción, el pastor- Presidente de la Nación- decidiera cerrar el Congreso.

¿Se sigue profundizando el esquema de reemplazar el campo político por el religioso? Milei, el Moisés argentino y con las fuerzas del cielo asumió su presidencia a espalda del Congreso de la Nación, ahora PresiDante Gebel con la teoría de la teología de la prosperidad a cuestas entra al campo de la política.  Esta concepción teologal que reduce a Dios a un “medio” para obtener riqueza y que, al mismo tiempo, aparezca como un mecanismo de intercambio: “yo doy, Dios me da”, donde lo sagrado se mercantiliza termina por culpar al pobre de su pobreza, mientras se propone una despolitización absoluta -sin conciencia social crítica-. Esta teología anula el campo de la política (anula las demandas por los derechos políticos, económicos, culturales y sociales), no señala las responsabilidades políticas y económicas, que atentan contra la dignidad de las personas, no hay, en la teología de la prosperidad, un responsable del modelo  de ajuste, se invisibiliza un capitalismo salvaje…La prosperidad depende de la fe, entonces: quien no prospera “tiene poca fe”.

Necesitamos seguir abiertos a los debates en torno a los verdaderos sentidos de la política, no podemos renunciar a la comunidad política, a la autocrítica y a reemplazar los viejos mapas de hacer política y poner parches con personajes mesiánicos. Hay una sociedad que demanda, exige un planteo ético político. Pero, no nos confundamos, siempre es desde la política, con la política y desde el Estado. La supuesta teología de la prosperidad ni es teología ni es de la prosperidad. Es religión de Estado camuflada de teología, que no busca la prosperidad de los pobres sino la aceptación de la pobreza por esto como aniquilamiento moral de lo político.

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