VIDEO/Diego Ramos: “Recuperar la política para reconstruir el sentido colectivo de la vida”

18.11.25  Síntesis de la exposición del politólogo argentino, Lic Diego Ramos, en ocasión de participar en Guatemala, Encuentro Continental de Espiritualidades y Teologías Políticas desde Abya Yala. En esta oportunidad presentamos los conceptos más destacados de su exposición ante los presentes.  (Por Charly Carabajal)

Ramos sostuvo, entre otros conceptos, que «necesitamos recuperar el sentido de la política, el valor de la organización, la defensa del bien común, la práctica del conflicto como herramienta de transformación. Porque sin política solo hay resignación, y sin organización solo hay sufrimiento». También, ejemplificó a modo de advertencia: «Aristóteles dijo que el ser humano es un animal político, porque piensa, razona, sueña, proyecta, transforma. La derecha quiere devolvernos al estado animal: seres feroces, aislados, consumidos por la competencia y el odio». 

Mi nombre es Diego Ramos. Soy politólogo, pero antes que nada soy militante. Hace catorce años que trabajo en los territorios recuperando algo que las derechas han intentado destruir sistemáticamente: el sentido de la política.

Y lo digo siempre: no existe transformación posible por fuera de la política. Ningún cambio profundo, ninguna conquista de derechos, ninguna reparación histórica nace del silencio o de la resignación; nace de la disputa del poder, de la organización popular y de la construcción colectiva.

Sin embargo, cuando pregunto “¿qué es la política?”, la primera respuesta que aparece, incluso en nuestros propios pueblos, es: corrupción. Esa es la victoria cultural de las derechas: instalar que la política es sucia, peligrosa, inútil. Y cuando convencen a un pueblo de que la política es impura, logran lo que buscan: una sociedad que renuncia a disputar el poder.

1. Cómo la derecha construyó una teología del sacrificio

En Argentina esto comenzó a profundizarse desde 2014, cuando emergió el espacio de derecha que llevaría a Mauricio Macri a la presidencia. Ese proyecto articuló tres dimensiones: un discurso empresarial antipolítico, un liderazgo personalista, y un entramado religioso-teológico como legitimación del ajuste.

La derecha construyó una narrativa que mezclaba neoliberalismo y religión, una combinación peligrosa que ya había operado en Brasil con la destitución de Dilma Rousseff “en nombre de Dios”, y en Bolivia cuando Añez entró al Congreso con una Biblia gigante anunciando que venía a “purificar” el país.

En Argentina el mecanismo fue similar: Después de décadas de conquistas populares —derechos laborales, sociales, de género— la derecha instaló la idea de que “disfrutar derechos tiene un costo”. Que haber accedido a bienes básicos —calefacción, vacaciones, zapatillas, educación, salud— había sido “comer del fruto prohibido”, como en el mito de Génesis.

Ese relato teológico-político trasladó la culpa al pueblo: “Quisieron derechos, ahora paguen con el sudor de la frente”.

Así justificaron el endeudamiento ilegal con el FMI, el ajuste, los tarifazos y la pérdida de derechos. Eso no fue casual: fue una teología del sacrificio, que propone pueblos resignados, dóciles, disciplinados y culpables.

2. El avance del pietismo individualista y la ruptura de lo comunitario

La segunda maniobra fue aprovechar el crecimiento de ciertas expresiones religiosas protestantes con fuerte impronta pietista e individualista: una fe centrada en el “yo” y no en el “nosotros”, desconectada de la comunidad y del compromiso social.

Ese pietismo —que no es sinónimo de fe, sino de despolitización— fue el terreno ideal para la derecha: un pueblo creyente pero sin conciencia comunitaria, sin práctica colectiva, sin organización, sin memoria.

Por un lado tenían fieles católicos marcados por una histórica teología de la resignación colonial, heredada del Virreinato del Perú.

Por el otro, fieles protestantes con una teología del individuo, ajena al sufrimiento social.

Un pueblo dividido entre resignación e individualismo es un pueblo más fácil de gobernar desde el mercado.

3. Milei y la construcción de una teofanía neoliberal

En ese escenario emergió Javier Milei. Milei se presentó como el “enviado” que venía a liberar a la Argentina de la “maldición de la política”.
Su retórica religiosa no fue ingenua: construyó una teofanía neoliberal.

La teofanía en la tradición bíblica es el encuentro entre Dios y una persona. Milei se posicionó como un Moisés moderno, y su primera ley fue presentada con las tablas del Monte Sinaí, diciendo que venía a liberar al pueblo argentino.

Pero ¿de qué quería liberarlo? ¿De la justicia social? ¿De la organización colectiva? ¿De la conciencia crítica? ¿De la solidaridad?

Eso es exactamente lo que propone el neoliberalismo: romper el tejido social y reemplazarlo por la lógica del mercado.

Milei no es Moisés. Porque Moisés fue llamado para construir una nación justa y solidaria. Milei —como la derecha latinoamericana— propone lo contrario: sociedades crueles, individualistas y fragmentadas.

4. La verdadera amenaza: demonizar la política

El gran proyecto de la derecha no es solo económico. Es cultural y espiritual: llevar a la sociedad del campo político al campo exclusivamente religioso.

Porque en el campo religioso —si se lo aísla de la historia— solo se discuten moralidades, intimidades, culpas.

Pero en el campo político se discuten: derechos, presupuesto, distribución de la riqueza, justicia, trabajo, dignidad.

La derecha quiere cristianos sin proyecto político, fieles sin conciencia, creyentes sin organización. Quiere pueblos dóciles, disciplinados, sin conflicto.
Pero la democracia es conflicto, porque el conflicto es el reclamo legítimo de derechos.

Cuando un pueblo renuncia al conflicto, renuncia a su propia dignidad.

5. Recuperar la política como práctica espiritual de justicia

Aristóteles dijo que el ser humano es un animal político, porque piensa, razona, sueña, proyecta, transforma. La derecha quiere devolvernos al estado animal: seres feroces, aislados, consumidos por la competencia y el odio.

Por eso esta reflexión no es solo política: es profundamente teológica. Porque detrás de toda política hay una teología.

La pregunta es: ¿la teología que guía nuestras sociedades es la del sacrificio o la de la liberación?

La fe, si es verdadera, debe llevarnos a construir comunidad, justicia y solidaridad. Una espiritualidad encerrada en sí misma, que niega el compromiso social, es una espiritualidad mutilada.

Necesitamos recuperar el sentido de la política, el valor de la organización, la defensa del bien común, la práctica del conflicto como herramienta de transformación.

Porque sin política solo hay resignación, y sin organización solo hay sufrimiento.

La salvación no viene del mercado. La salvación viene del pueblo organizado, de la comunidad que lucha, de la fe que se encarna en la historia.

Cierre

Tenemos derecho a una vida digna. Tenemos derecho al conflicto que abre caminos.

Tenemos derecho a recuperar la política para que vuelva a ser lo que siempre debió ser: una práctica espiritual y colectiva de justicia social.

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